Un partido reñido, una guerra inolvidable, y con claro dominio de la finura española contra la fiereza de la Naranja Mecánica. Una penita que los holandeses llegaran a la final con sus sucias tácticas. De poco les sirvió. Al final, se hizo justicia y se impuso la magia del juego limpio, un juego ílimpio a la española que se vivió en Alicante con una intensidad desbordante. Alrededor de mí, casi ningún español, sino cuidadanos del mundo, gente de otras naciones, apoyando a España. Las imágenes hablan por sí mismas.
Las expectaciones...
La indignación...
El dolor...
El apoyo...
La estupefacción...
El sufrimiento...
La confusión...
El disgusto...
la esperanza..., la decepción...
la desesperación...
La emoción...

Se hizo justicia: ¡Dios es español!
La explosión...
La alegría...
La satisfacción...
el dulce sabor de la conquista...
Un recuerdo inmejorable...
La euforia de la victoria, en los ojos de un niño inglés
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